Acerca de la poesía de Carlos Brandy

 

 

      La obra de Carlos Brandy tiene una presencia ineludible en nuestra poesía contemporánea y se reúne en más de quince libros. Así, a modo de ejemplo, entre los más significativos, Larga es la sombra perdida (1950), Los viejos muros (1954), Juan Gris (1964) y Pescador de sombras (2008).

      En 2019 -por acto de justicia crítica y literaria de Alejandro Arias- los breves libros de Brandy se complementan con la publicación de los inéditos que dejó al fallecer en 2010. Estas obras, en nuestra opinión, reiteran o continúan la obra suya anterior. Quizá las variantes o novedades puedan verse en el nivel semántico, pero en tanto que realizaciones líricas confirman el léxico, el estilo, las formalizaciones e imaginería poética.

      Poeta del 45, según decimos por hábito de categorías y clasificaciones, Brandy excedió verdaderamente dicha generación por autonomía estética, lúcida libertad de pensamiento y por una ética atenta a las realidades propias de la crisis de la modernidad que se acompaña en su poesía con imágenes alucinadas y a veces visionarias. Así, a modo de ejemplo, en el texto 44 del libro Esa enorme soledad, leemos:

      La eternidad cae sobre las casas
      con su pesada mano de plomo y antimonio,
      su reino no es de este mundo
      aquí se sobrevive despacito
      mascando un chicle interminable.(*)


      El juego de abstracción (la eternidad) y su pesada mano de metales metafóricos (plomo y antimonio) con la concreta lentitud del tiempo percibido en la sobrevida del hablante (aquí se sobrevive despacito) antecede a la abulia aplastante o al enorme desgano que expresa la imagen disruptiva del último de los versos citados (mascando un chicle interminable). Allí comparece el tedio que se insinúa y por momentos asoma entre los grises de la composición.

      En el panorama poético uruguayo de la segunda mitad del s. XX Carlos Brandy cultivó una poesía profunda y austera pero comunicante, universal por los grandes temas del hombre que asume, metafórica y visionaria -como ya se afirmó- pero, como también lo dice Alfredo Fressia, es una poesía con enunciados accesibles no exentos de encanto expresivo y originalidad creadora.

      Asimismo, aquí se verá que las texturas de Brandy actualizan desarrollos de un pensamiento poético con rasgos vigorosos y por momentos surrealistas, libremente elaborados, sin eludir los misterios de tiempo vida y muerte.

      El comienzo de la composición 20 ofrece su ejemplo:

      Los lejanos trajes nos dejan sus saludos
      con el aire burlón de quien viene de la feria.
      El cielo escupe la saliva del diablo
      Y su corazón ya no quiere.

      En esta poesía tampoco está ausente el dolor y su humana pertenencia, ni el amor desmoronado por la temporalidad omnipresente.

      Tal como lo dijo Alejandro Paternain, “para Brandy, estar en el mundo es sentir la poesía”(**) con lo que se advierte que él como creador está siempre llamado a escribir, como un verdadero oficiante capaz de dialogar con las oscuridades de la existencia.

      Entre las oscuridades mencionadas está la de su océano interior como reino que en parte es de sombras y en parte es de abismos. Por esta razón en sus textos suele aparecer una zona o sesgo metafísico que expresa estremecimientos e incertidumbres cuyos conectores conducen a las circunstancias de la vida interior y otras veces a las coyunturas de la cotidianidad avasallante con sus rutinas y sinsentidos.

      La primera composición del libro es a la manera de umbral un testimonio y anticipo del libro, en especial de cuanto hemos interpretado. Dice:

      Los que comen puerros
      y duermen sin saberlo
      y que en el tiempo escriben sobre la tierra
      ¿Pueden decir que el abril
      alcanza para todos?
      Sustancias que el universo
      abandona,
      todo nada entre los océanos de aire.
      Admira la pasión del caracol
      por los túneles de la tierra
      todo está dentro nuestro,
      penetra por la piel y por los sueños
      viajeros hay que desconocen esto.
      Poe eso el fuego quema los fantasmas
      entre las llamas de este infierno.
      De pie ante todo, guardián de este polvo,
      casi sin saberlo.

      Esta atención lúcida y desgarrada que Brandy le presta al entorno también se aprecia en varios poetas de la primera promoción de la “generación de la crisis”. Es notoria en Amanda Berenguer, es una constante en Mario Benedetti, tanto como -a modo de ejemplo- en alguna zona de Idea Vilariño, de Sarandy Cabrera y de Selva Casal, aunque esta última pertenecería a la promoción siguiente.

      En su momento Brandy había dicho que “Un creador fuera del mundo es como una raíz fuera de la tierra”(***); expresó así el compromiso que genera la lucidez y la mirada atenta sobre la realidad. Él como sus coetáneos del 45 sufrió intensamente los cambios que trajo la posmodernidad con sus desregulaciones y profundización de las brechas que cuestionan la ecología social, el equilibrio en la naturaleza, la paz y la salud, los principios -en fin- que parecían sostener la arquitectura del mundo posible hacia un futuro más integrador y humanizado.

      La poesía como constante y el lenguaje del que se vale el verso son objeto de una reflexión exploratoria que conduce a las certezas provisorias de la precaria y momentánea realización del texto. De modo naturalmente expresivo este asunto metapoético vuelve una y otra vez asociado a los abismos del ser en el tiempo y en el amor.

      En los mencionados motivos y subtemas el dolor suele aparecer velado o distanciado por una opacidad que involucra al sujeto al tiempo que este se dice realizado pero desconocido para sí. Ello no es obstáculo para que el hablante se auto perciba distintamente desde la propia enunciación.
      Escribe en la composición 7 de este libro:

      Todos juegan a quererse
      más es grande el desafío.
      En el gran mostrador del universo
      huyen las palabras sin saber el viento.
      Quedan dos copas rotas
      y la desolación de un sueño.
      Un silencio de cómplices asesinos
      acaso un vago llanto
      en la sombra de un vuelo.

      De muchas maneras Brandy sigue hablando de un asunto que es parte de la esencia e índole misteriosa del mundo ya que, en él como en su poesía, hasta la sombra puede estar hecha de luz.

                                                                                                         Ricardo Pallares

 

   (*) Brandy, Carlos. Esa enorme soledad. Edición de autor. Montevideo, 2018 pág.62-63.
 (**) Paternain, Alejandro. Treintaiséis años de poesía uruguaya. Editorial Alfa. Montevideo, 1967.
(***) Hablemos del estroncio 90. Semanario Marcha, 29/12/1961.

Jueves 4 de Junio de 2020
Ministerio de Educación y Cultura