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Eduardo Acevedo Díaz

Eduardo Acevedo Díaz

 

EDUARDO ACEVEDO DÍAZ
20/4/1851 - 18/06/1921

 

Nuestro primer gran novelista nació hace 170 años, pocos meses antes del final de la Guerra Grande. En este año se cumple, además, el centenario de su fallecimiento en Buenos Aires, después de alejarse del país durante un extenso período de variadas actividades diplomáticas. Narrador, periodista, político del Partido Nacional, senador e historiador.

Combatiente en varios movimientos revolucionarios antigubernamentales. Conoce el destierro donde desarrolla su más fecunda producción.

En su condición de caudillo civil, su voto y el de sus seguidores fue decisivo en la elección de José Batlle y Ordóñez para su primera presidencia. Este pronunciamiento, contrario a la posición de Aparicio Saravia, ocasionó su expulsión del Partido Nacional.

Sus cuatro novelas históricas: Ismael, Nativa, Grito de Gloria y Lanza y Sable constituyen un núcleo central de la construcción de la tradición nacional. Para Arturo Sergio Visca esta tetralogía es uno de los monumentos literarios del Uruguay. Este vasto cuadro se nutre de sus propias vivencias y sobre todo de los recuerdos de su abuelo el Brigadier General Antonio Díaz. ‘Recuerdo cuando allá en las noches de invierno, sentado junto al hogar, el anciano se solazaba embebido en las puras fuentes de su memoria. Mi oído atento escuchaba de su boca las hazañas de los héroes que formando una sublime leyenda, prepararon la emancipación del suelo americano y la emancipación del hombre’.

Otros relatos como Soledad y El combate de la tapera, emparentados de un modo u otro con el ciclo épico, complementan su obra narrativa tanto en calidad estética, intencionalidad y fuerza de los personajes.

La figura de Cata, protagonista femenina -dragón hembra- de El combate de la tapera, sintetiza en dos imágenes trágicas, la expresividad romántica y a la vez realista del autor: Al aproximarse al agonizante capitán Heitor y clavar el cuchillo con saña en el cuello de este, ‘ella se pasó el puño cerrado por el seno de arriba abajo con expresión de asco, hasta hacer salpicar los coágulos lejos, y exclamó con indecible rabia: -Que la lamban los perros!’

Luego se arrastra casi exangüe hasta su compañero Sanabria agonizante: ‘En seguida extendió los brazos, y cayó a plomo sobre Sanabria. El cuerpo de éste se estremeció; y apagóse de súbito el pálido brillo de sus ojos. Quedaron formando cruz, acostados sobre la misma charca, que Canelón olfateaba de vez en cuando entre hondos lamentos.’

Ángel Rama afirma: ‘No hay en la literatura narrativa de nuestro siglo XIX un cuento que pueda parangonársele: es la joya de nuestra cuentística decimonónica y es una de las piezas indispensables en cualquier rigurosa antología del cuento uruguayo.’

En la Biblioteca Nacional se conservan manuscritos y objetos que pertenecieron a Acevedo Díaz.

Su nombre designa a uno de los diecinueve sillones académicos de la Academia Nacional de Letras del Uruguay.

 

Ministerio de Educación y Cultura